La izquierda tiene un serio problema con los números y la administración/gerencia pública en toda América Latina. Todo lo aprendido en las aulas revolucionarias de universidades exclusivas (y excluyentes), las discusiones interminables sobre la “línea correcta”, la adrenalina que produce la revolución asumiendo poses en el cafetín; terminan en un rotundo fracaso cuando asumen la responsabilidad de los destinos de la población, en los distintos niveles de la administración pública.

Una primera constatación es que la realidad expresada en las estadísticas de los distintos países “no confiesa” lo que exigen los dizque izquierdistas. Resultado: las estadísticas son imperialistas y neoliberales. Ya está. Eso puede ser anecdótico. Lo más grave es: “Tenemos un flagelo adentro de carácter ético. Cuando el afán de hacer plata se mete adentro de la política nos mata a la izquierda” afirma José Mujica, expresidente de Uruguay y ex guerrillero. ¿Acaso la corrupción no es un cáncer que ha destruido a la izquierda latinoamericana? Finalmente, eran simples mortales y no los titanes de la moralidad.

La corrupción es tan antigua como el hombre y anterior a la prostitución. Eso lo pueden confirmar los partidos de izquierda que llegaron al poder por la vía democrática: el PT de Lula, Cristina y lo que queda del peronismo, el PRI de Peña Nieto (siempre se han clamado de izquierda) o el PRD de Cuatemoc, los sandinistas versión Ortega, el chavismo, los Farabundo Martí. De los hermanos Castro y su pragmatismo, mejor no hablemos.

Pero hablemos de administraciones municipales. Aquí entran los llamados “mamertos” (en Colombia) que tiene la alcaldía de Bogotá 12 años o los “caviares” (Perú) que les bastaron 4 años para demostrar su incapacidad vergonzosa, como para ir a misa a confesarse. Mayor inseguridad ciudadana, mayor problemática en transporte público y tráfico, obras incompletas e inconexas, etc. Eso sí, ¡que viva la cultura!. Claro, como la entienden mis amigos.