Masada es una fortaleza sobre una meseta en el desierto de Judea, muy cerca del Mar Muerto. Tiene gran simbolismo para los judíos: muestra la templanza ante decisiones difíciles, máxime cuando se amenaza la libertad e integridad individual y colectiva.

Luego de recibir el apoyo de los romanos (Octavio y Marco Antonio) contra los partos para ser el único rey en la región; Herodes construyó un palacio, almacenes y acueductos en Masada. Como resultado de la Gran Revuelta Judía, los romanos deciden acabar con los insurrectos, destruir el Templo de Jerusalén y expulsar a los judíos de estos territorios: la Diáspora.

Fueron los zelotes (“celosos de Dios”) quienes lideraron la revuelta, seguido de los sicarios (utilizan el asesinato y el pillaje para lograr sus objetivos) según narra el historiador Flavio Josefo en “La guerra de los judíos”. Los sicarios liderados por Menájem tomaron por sorpresa Masada, matando a todos los romanos. Luego de la destrucción de Jerusalén (70 DC.), Masada recibió a los refugiados.

El gobernador romano de Judea, Lucio Flavio Silva, marchó hacia la fortaleza dispuesto a asediarla con un contingente de 9.000 soldados y prisioneros judíos esclavizados (73 DC). Construyó una rampa (196 mts de base y 151 mts de altura) sobre una colina que daba a Masada. Por ella se desplazó una torre de asedio (30 mts de altura) que cumplió su cometido. El asalto final lo dejaron para la mañana siguiente.

Cuando ingresaron los romanos, todo era un gran charco de sangre, todo ardía. Silencio. El líder de los sicarios, Eleazar ben Yair, sabiendo el destino que le esperaba a su pueblo (violaciones, esclavitud) convenció a los líderes de realizar un suicidio colectivo (960 personas), quemar la fortaleza pero dejar intactos los almacenes para que los romanos sepan que no lo hicieron por desesperación. Sobrevivieron una mujer, una anciana y cinco niños; que fueron perdonados.