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SPCC: nuevo contrato social con el Perú

Publicado: 2015-07-22

ASARCO llegó al Perú en 1954, sacó adelante Toquepala (Tacna) para explotar sulfuros y óxidos de cobre. En 1962 nace la refinería de Ilo (Moquegua) para tratar los sulfuros, construye un ferrocarril y facilidades portuarias. ASARCO llegó cuando no existían leyes ni normas ambientales por lo que el Estado no podía atender las quejas de los agricultores y pescadores por la contaminación generada por las operaciones. 

Como subproducto del proceso de la refinería (dióxido de azufre mezclado con humedad del aire) precipitaba “lluvia ácida” en el valle de Moquegua quemando los cultivos. La bahía de Ite se volvió un gran depósito de relave, así como las quebradas de los ríos. ¿Delito? Nadie puede ser condenado por un delito no expresamente prescrito en las normas.

Velasco forzó a la empresa a sacar el proyecto Cuajone (Moquegua) bajo amenaza de expropiación (1976). Tuvieron la oportunidad de desarrollar el Proyecto Quellaveco pero lo mantuvieron en cartera (años después lo perdieron en subasta frente a Anglo American).

Con las normas ambientales de los 1990´s, las empresas en operaciones tuvieron que desarrollar su Programa de Adecuación al Medio Ambiente (PAMA). SPCC construye una planta de ácido sulfúrico (costo US$ 600 millones) al costado de la refinería y contrata la energía de un proveedor privado (GDF Suez tiene una planta térmica). La bahía de Ite se ha vuelto un ecosistema para aves migratorias.

Por los precios y nuevas tecnologías, agentes privados reprocesan los relaves. Eso no limpia el pasado de la empresa. Que le quede claro al Presidente del Grupo México, Germán Larrea Mota (tercer hombre más rico de México, fortuna estimada de US$ 16.3 mil millones). Así como la empresa ASARCO cambió de propietario, el Perú cambió. Es por ello que se debe pensar en un nuevo contrato social con nuevas caras para que operen a largo plazo.


Escrito por

Miguel E. Santillana

Economista, docente universitario, consultor de empresas y periodista.


Publicado en

La esquina del oso

un blog de Miguel E. Santillana