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No hay sociedad, sólo individuos

Publicado: 2015-07-28

Nadie hubiera apostado que este “mono desnudo” sería la especie dominante sobre el planeta. Se organizaban en bandas de alrededor de 50 individuos, vivían en cuevas. El macho alfa guiaba al grupo y tenía que afirmar su dominio con violencia.  

Un paso fundamental fue descubrir la agricultura. Eso le permite asentarse en un territorio en vez de seguir la migración de las especies que cazaba. La agricultura permite aglomeraciones y construcción de ciudades. Para asegurar abastecimiento a dichas ciudades se deben hacer grandes obras hidráulicas. Se establece una estructura de poder que tiene su base en algún mito so fundacional y conexión divina. La estratificación social define quién hace qué, no hay problema en entender desigualdad y uno puedo considerar a otros como inferiores (“no son humanos”, son menos por ciertas cualidades que no poseen).

La guerra es una forma de incrementar dominios sobre tierras y poblaciones. Se vuelve una poderosa motivación para la invención y avances tecnológicos. La “gloria” se encuentra en los campos de batalla. Los “otros” definen un “nosotros”.

La tecnología y las actividades fabriles permiten librarnos de los ciclos agrícolas e intensificar el comercio. La organización social sufre una fractura pues se cuestiona la estructura de poder y los valores sociales/culturales que lo sustentan. El poder ya no se basa en lo divino sino en lo mundano: la “soberanía del pueblo” se delega en representantes electos.

Las revoluciones industriales sucesivas aceleran el proceso de acumulación de riqueza material y mejora las condiciones de vida. Las ciudades vuelven a ser el lugar donde se aglomera la población, los países “desarrollados” son el imán de atracción de migraciones. La tecnología permite la comunicación 24/7 y se centra en el individuo, en lo impersonal del “mercado”. La amalgama de lo “social” se va diluyendo. Se habla de la “humanidad” pero nos organizamos para la convivencia de individuos.


Escrito por

Miguel E. Santillana

Economista, docente universitario, consultor de empresas y periodista.


Publicado en

La esquina del oso

un blog de Miguel E. Santillana